Moscú



Nuestra visita a la capital rusa fue fugaz pero intensa. Encontramos un vuelo a China tirado de precio con una super escala en Moscú y pensamos que sería una buena oportunidad para ver la famosa Plaza Roja.

Lo que en principio parecía un buen plan acabó no siendo tan buena idea. Empezamos por tener bastantes problemas para sacar el complicado visado necesario para la entrada al país. No lo ponen fácil y si no vives en Madrid o en Barcelona tienes que ir a morir a alguna de las agencias que tienen autorizadas. Nosotros lo hicimos con Iberrusia, muy simpaticos ellos... necesitabamos un visado de transito de doble entrada y nos decían que no podiamos hacerlo, al final dejaron que la embajada decidiera y nos dió la razón. Tuvimos un montón de problemas difíciles de resumir.

Con el valioso visado solucionado aterrizamos en Moscú bien prontito,a las 06:30h. Teníamos 15 horas de escala así que tranquilamente salimos a coger el autobús 851 que te deja en la parada de metro Rechnoi Vokzal. En el aeropuerto se puede coger el tren también, que tarda menos, pero vale 300 rublos y el bus solo cuesta 24.

Los transportes no son nada caros pero la comida tiene precios bastante elevados. Nosotros llevabamos provisiones y por suerte no tuvimos que gastarnos casi nada.

No imaginabamos que Moscú sería una ciudad tan anticuada, los autobuses están para llevarlos al desguace y el metro parece que en cualquier momento va a descarrilar. Además no están muy preocupados por el turismo, no vimos ni un solo punto de información, ningún mapa y lo mejor: nadie habla inglés!!

Y no acabamos aquí, también queremos confirmar la fama de antipáticos de los rusos. Ni siquiera el personal del aeropuerto estaba dispuesto a ayudarte un poco y te contestaban como enfadados. Contentos estabamos todos los españoles que estabamos allí.

Llegamos prontísimo a la Plaza Roja, y eso que el bus tarda 1 hora en llegar al metro y este tiene unos trayectos entre paradas bastante largos.



La plaza, todo un símbolo de obligada visita si pisas suelo ruso, es un gran espacio abierto donde los importantes edificios que la rodean pienden sus enormes dimensiones.





Todos los edificios merecen la atención pero la peculiar arquitectura de la catedral de San Basilio destaca sobre el resto. No es tan grande como pensabamos y junto a esa gran explanada aún parece más pequeña, pero es igualmente muy bonita.




El amurallado Kremlin alberga en su interior numerosos edificios civiles y religiosos, pero se paga para entrar y por supuesto hay cola para hacerlo. Nosotros no entramos, estamos bastante cansados, el calor es asfixiante y nos apetece más pasear por los jardines exteriores.

Recorremos las avenidas del centro y visitamos la turistica calle Arbat. Poco más tenemos que hacer en nuestras condiciones, el sueño y el calor nos quitan cualquier interés por museos u otros edificos de menor relevancia.

Decidimos refugiarnos bajo tierra y visitar algunas de las famosas paradas de metro. La verdad es que son monumentales, con ornamentos propios de una galeria de arte que lucirían un poco más si las estaciones tuvieran algo más de mantenimiento.





Las escaleras mecánicas son increibles, para ir con prisa... son larguísimas y dan hasta vertigo de lo empinadas que están.




Tenemos tiempo de sobra y esperamos tirados en el aeropuerto a que salga el vuelo. A la vuelta volvemos a tener la misma escala, llegamos a las 16:00h y salimos a las 07:00h del día siguiente. Nos lo pensamos dos veces pero al final decidimos no salir y quedarnos en el aeropuerto a ver pasar las horas.

De momento hemos matado la poca curiosidad que teníamos por visitar el país, nos vamos con mal sabor de boca y, aunque nunca se sabe, no creemos que sea un destino que barajemos la próxima ocasión.

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