Marrakech

Aunque alojarse en un riad es un lío para encontrarlo, vale la pena por la tranquilidad y el ambiente que se respira. Nosotros no tuvimos muchas opciones para elegir porque estaba todo ocupado pero al final Riad 34 resultó ser un buen sitio.




Con la luz del día nos empezamos a orientar en el laberinto de calles.



Visitamos algunos edificios importantes: la Kutubia, las Tumbas Saadies y el Palacio de la Bahia.




Pero con un día solo para conocer la ciudad, preferímos impregnarnos de la vida de sus calles, su gente, sus colores...





Cruzamos Jamaa el Fna a distintas horas del día para conocer el ambiente cambiante de esta alegre plaza.




Para comer los sencillos restaurantes que rodean la plaza son baratísimos y muy buenos.



Recorremos los bazares sin idea de comprar nada pero sin saber cómo acabamos llenando la mochila a reventar. Los precios no son niguna ganga pero al final caes...




Para terminar al día decidimos tomar un té en una de las terrazas panorámicas que rodean la gran plaza. El atardecer es el momento de curiosear desde arriba la vida de este punto de encuentro. Entre los corrillos de variados espectáculos levantan los puestos de cena que se abarrotan desde primera hora. Todo se entremezcla bajo la luz naranja del sol creando un ambiente que difícilmete se puede ver en otros sitios.




Así nos despedimos de los colores de Marrakech, la autenticidad de Fez, la magia del desierto y la deliciosa comida de este fantástico viaje por Marruecos.

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